viernes, 25 de junio de 2010

La energía sin nombre


Autentico vivía en la montaña con la naturaleza como parte de su vida. A la noche nada más cerrar sus ojos un mundo de sueños se abría ante él. A veces despertaba en ellos por pura presencia y a veces le despertaban las primeras fuerzas ocultas del nuevo día. Aún oscuro, caminaba hacia arriba, dejando que el aire fresco revelara el vacío interior. Al llegar arriba y ver las primeras luces Auténtico se quedaba quieto… dejaba sus piernas descender a la Tierra unos centímetros y sus brazos volar hacia la luz. Miles de hormigueos recorrían su cuerpo. Al inicio en la superficie, luego en el interior, cada vez más profundo y ahora, años después, Auténtico sentía que ese hormigueo estaba en cada planta y en cada ser de la montaña. Según la luz, el viento o los rayos del alba un micromovimiento, de vida en la quietud, se instalaba. Auténtico hacía por sí mismo, fiel a su propia naturaleza, sólo al dictado de la Gran Vida. Amigo de lo oscuro minutos antes, rendido a la Luz rato después. Allí pasaba el tiempo, media hora, una hora, dos horas… con vibraciones que acababan en danza libre, en canto al valle o en viajes de conciencia haya donde ésta podía rellenar espacios dormidos de sus hermanos. Tocaba entonces recogerse y seguir con lo cotidiano, prendido de practicar con lo que Es.  


 Y así Auténtico procedía, día a día, mes a mes y año tras año. Sin rutinas… instalado en el cambio perpetuo del Ahora.


Abajo en el valle, Taoísta y Budista  con las legañas pegadas y los ruidos de la gran ciudad le miraban y exclamaban: “Ah, ¡¡un maestro!!” “Un Maestro Taoísta” decía Taoísta. “Un Maestro Budista” decía Budista. Aún semi dormidos, lastrados por el aire sucio, las mentes densas y el ritmo alocado, miraban las posturas de Auténtico. 


Budista no creía en lo espontáneo aunque no sabía porqué y se fijó en su quietud. Doblo sus piernas en vez de descender desde lo profundo a la Tierra y alzó sus brazos arriba en vez de dejar que flotaran como nubes por la fuerza del pulmón. Y ahí se quedó, quieto, rígido, sin saber qué hacer con la vida interna… pues ésta sabía a poco. Creó colores e imágenes a la que añadir a su meditación de pie. Pintó de verde sus piernas, de rojo sus brazos y quiso que sus chakras giraran en sentido determinado. Para alimento de su mente, se inventó una respiración abdominal  para la postura… muy terapeutica decía. Cuando miraba hacía frío a esas horas y después de ver a Auténtico allá arriba, se permitió practicar para siempre en un lugar cómodo, cálido, con bellos yantras, aromas de incienso y trajes de seda… pues esos eran seguro los compañeros de Auténtico. 


Taoista sí creía en lo espontáneo aunque no sabía porqué y se fijó en el movimiento. Intentó copiar a Auténtico una y otra vez y pareció entrever que ciertas secuencias se repetían cada mañana. Así Taoísta pudo recoger la kata del maestro de la montaña. Abajo en la ciudad Taoísta movía su cuerpo. Se dio cuenta que los movimientos seguro canalizaban la energía y abrían los canales, aquellos en los que dicen se instalan los bloqueos y las enfermedades. Supo del jing, del qi y del shen y dedujo que la kata libre de Auténtico servía para tal fin. Pero el movimiento en sí, a pesar de provenir del maestro de la montaña,  no era suficiente, así que imaginaba grandes burbujas de luz que le rodeaban y limpiaban, recorridos por distintas órbitas y bellos colores para su pulmón, hígado, corazón, bazo y riñón en los que viajando por ellos, contaba, se iban todos los males, incluso los que respondían a las causas que no vemos. Llenó su lugar de práctica de colores y dibujos del gran Tao, aquel que no puede ser nombrado pero que Taoísta siempre relataba.


Fundaron dos Escuelas para hombres de ciudad, con muchos acólitos, palabras dulces, relajadas y prácticas internas… tan internas que jamás visitaron el frío, la tormenta, la lluvia, la noche oscura, el viento o el agua en su estado natural… elementos…

Auténtico aún practicaba en la montaña.

1 comentario:

  1. Gañán era un mutante común que estaba inmerso en su ruidosa cotidianeidad. Un día iba por la montaña buscando símismos, pues le habian contado que hayaría mas de eso en la naturaleza y que podria hacer grandes cosas si los encontraba. No le habían dado una descripción exacta de tal cosa pues, según le habían dicho, eso hacía la búsqueda mas interesante. En tal tarea se hayaba cuando vio a Budista, Taoista y Auténtico. Apreció la serena quietud de Budista, los armónicos moviminetos de Taoista y los ojos transparentas de Auténtico que le miraban. Soy Auténtico, el que es igual a sí mismo, le dijo su mirada, y Gañán se dio cuenta en ese instante de que estaba buscando en el lugar adecuado.

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